En los años 80 y 90 abundaban las series familiares… pero familiares de catálogo, de las que daban ejemplo: hijos modélicos, padres comprensivos, sermón, abrazo y todos felices. Eran entrañables, sí, pero nada realistas. En la mayoría de las casas normales hay discusiones, cansancio, rebeldía adolescente y castigos, no conversaciones de manual de autoayuda.
Por eso agradecíamos que de vez en cuando apareciera una serie que se atreviera a mostrar familias un poco más humanas, con broncas, rebeldía y desastres por todas partes.
Matrimonio con hijos lo hizo a su manera, y poco después Los Simpson. Pero entre medias apareció otra sitcom que rompió ese molde: Somos Diez (Just the Ten of Us), un spin-off de Los problemas crecen (Growing Pains) que llevó el caos familiar a otro nivel… básicamente porque había ¡ocho hijos!
De profesor secundario a protagonista absoluto
Conocimos a Graham Lubbock (Bill Kirchenbauer) como el profesor de Mike Seaver en Los problemas crecen. Un personaje secundario simpático al que, de la nada, le dieron serie propia.
La excusa: Graham pierde su trabajo, y Mike emprende una protesta junto a más alumnos para que la junta cambie de opinión, Momento mítico cuando se juntan las dos familias a cenar en casa de los Seaver y ya vemos a todos los Lubbock, nueve miembros y el décimo en camino. Más apretujados no podían estar en esa mesa… A pesar de todo, Graham tiene que dejar el colegio pero consigue otro en California. Así que cogen sus bártulos y se atraviesan el país en su ranchera, secuencia que podemos ver en la intro de la serie.
Ahí empieza su nueva vida como profesor y entrenador en un colegio católico… masculino. El detalle: sus hijas son las únicas chicas de la escuela. Ya podéis imaginar el estrés del hombre tratando de mantener a raya a cuatro adolescentes rodeadas de cientos de chicos hormonados. Y no, casi nunca lo conseguía.
Los Lubbock: Un zoológico familiar
Estrenada en 1988, la serie seguía el día a día de esta familia y cada episodio se centraba en alguno de ellos, aunque el peso lo llevaban sobre todo las hijas mayores.
La gracia de Somos Diez estaba precisamente en sus personajes, un poco atípicos entre lo que se solía ver en televisión en esos años. Y de verdad, a cual era mejor.
Teníamos a Marie (Heather Langenkamp): la mayor, la seria, responsable y religiosa, con vocación de monja.
Wendy (Brooke Theiss): la rubia coqueta, desobediente y descarada, con más ligues que días de la semana, incluidos futuros Friends como Matthew Perry y Matt LeBlanc.
Cindy (Jamie Luner): Ingenua y bastante despistada, pero siempre metida en líos por culpa de Wendy, su gemela (eran dos gotas de agua vamos…)
Connie (Jo Ann Willette): la inteligente, siempre juzgando a todos y con menos suerte amorosa de la que le gustaría.
JR (Matt Shakman): único hijo varón pre adolescente, amante del cine gore y eternamente incomprendido entre tanta hermana.
Sherry (Heidi Zeigler): la benjamina repelente y listilla, que dominaba la casa y era capaz de dejar en evidencia a cualquiera.
Harvey y Melissa: los bebés, que básicamente estaban para hacer bulto y para justificar porque si no, no se llamaría Somos 10
La madre, Elizabeth (Deborah Harmon), era la que trataba de mantener algo de cordura, aunque tampoco demasiado, mientras que Graham pasaba más tiempo desesperándose que educando.
Y entre los secundarios destacaba el padre Hargis, jefe de Graham y un cura bastante peculiar, y Gavin Doosler, alumno enamorado de Marie y Connie.
Lo que hacía diferente a Somos 10
Aunque seguía la fórmula clásica de las sitcoms (tramas auto conclusivas, enredos y mucho lío adolescente), tenía un humor más bestia que otras de la época. Todo se exageraba hasta el límite, los diálogos eran más gamberros y el caos familiar estaba siempre presente. Eran un auténtico desastre, la casa estaba en constante desorden, el padre pasaba de todo…
Y provocaban algunas tramas y situaciones de lo más locas, como cuando las hijas mayores montaban un grupo musical en una pizzería por la cara, o las peleas diarias en la habitación que compartían las cuatro, un ático donde era imposible convivir en paz y Wendy y Cindy robándose el novio de la semana cuando les daba la gana.
La serie jugaba con esa tensión continua entre un padre sobrepasado y unas hijas que parecían empeñadas en volverlo loco, porque lo que menos hacían era seguir sus normas. Menos en un momento en el que creen que se está muriendo, cuando en realidad van a operarlo de una hemorroide... Hasta en los malentendidos se superaban.
Y todo esto, aunque parezca mentira, le daba ese toque realista que no tenían otras producciones familiares de la época, como Los problemas crecen o Padres forzosos. ¿Cuándo tenía tiempo esa gente, que trabajaba en la tele y todo, de limpiar la casa para que siempre estuviera impoluta, aunque vivieran tropecientas personas allí y en la habitación de un adolescente no hubiera ni un jersey fuera de su sitio? Por ejemplo…
Un reparto con futuro inesperado
Y al igual que sus personajes eran muy buenos, también lo eran los que les daban vida, claro. Porque un personaje no solo vive de un guión y este reparto tenía mucho que destacar.
Cuando se estrenó la serie, la cara más conocida era Heather Langenkamp, protagonista de la primera película Pesadilla en Elm Street, como la mítica Nancy Thompson, que también vimos en otras partes a lo largo de la saga. También Brooke Theiss tuvo un papel relevante en la cuarta entrega de la misma franquicia de terror y cabe decir que fue una de las muertes más épicas y recordadas hoy día (se convierte en cucaracha…). ¿Existen los personajes de culto? porque entonces ella lo fue sin duda.
Y Jo Ann Willette aparece brevemente en la segunda película, lo que curiosamente convertía a las hermanas Lubbock en casi un “imán para Freddy Krueger”. De hecho, en el primer episodio de la serie no pudieron evitar hacer un guiño y Marie dice: “Parece la casa de Pesadilla en Elm Street”.
Jamie Luner se escapó del señor Krueger y acabaría siendo una habitual en las series de Aaron Spelling, triunfando en Melrose Place.
Pero con el tiempo, quien más lejos ha llegado ha sido, inesperadamente, el ignorado JR, Matt Shakman, que cambió la actuación por la dirección y hoy es uno de los nombres fuertes de Hollywood, con proyectos de Marvel en su currículum como Wanda Visión o la reciente Los 4 fantásticos.
Un recuerdo de culto
Somos Diez solo duró tres temporadas (la primera, de apenas cuatro episodios), lo que explica que hoy no sea de las más recordadas. Sin embargo, para quienes la vimos, fue una comedia especial.
Tenía un humor distinto y loco, personajes entrañables a su manera y un caos familiar con el que era fácil identificarse. Puede que no alcanzara la popularidad de Los problemas crecen, pero para muchos, los Lubbock eran mucho más divertidos. Uno de esos spin off que, en mi opinión, superaba a la original.
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