Acapulco, la serie más colorida de Apple TV

Acapulco acaba de terminar su última temporada y Las Colinas ha cerrado para siempre. O no, nunca se sabe, con eso de que todas las series terminan volviendo… pero de momento nos quedamos con ese final. 



Y poco se ha hablado de esta serie. Más bien nada, al menos por donde yo “me muevo”. Parece una de esas grandes desconocidas. 

Tampoco es que Apple TV se haya encargado de darle una promoción masiva, como por ejemplo a Ted Lasso. Y de acuerdo, esa serie lo valía mucho. Pero esta también, la verdad. No veo tanta diferencia entre una y otra en cuanto a lo que es la esencia: serie coral, happy place, lecciones motivadoras, personajes carismáticos… Lo demás, ya va en gustos. 


Así que aquí venimos a darle el cariño y reconocimiento que se merece. 





De qué va realmente Acapulco

Acapulco es una coproducción Mexicana-Estadounidense. Bilingüe, multicultural, y por momentos más internacional que Eurovisión. 

Una comedia creada por Austin Winsberg, Eduardo Cisneros y Jason Shuman para Apple TV, que parte de una idea muy simple: 


En los años 80, Máximo Gallardo (Enrique Arrizon), un joven de clase humilde, consigue trabajo en Las Colinas, un resort de lujo en Acapulco (¿dónde si no?). Llega con ilusión, con sueños y también con muchas inseguridades. Tiene esa energía de quien quiere comerse el mundo, sin darse cuenta de que el mundo también te mastica a ti. 


Quiere ayudar a su familia, hacerse un hueco y triunfar, pero sin perderse a sí mismo en el camino. Y claro, todo eso no es fácil. 

Hasta ahí todo bien, pero Acapulco no se queda en el cliché. 


La serie alterna dos líneas temporales que se entrelazan mejor de lo que uno esperaría. 

En el presente, Máximo adulto (Eugenio Derbez) nos está contando esa historia recordando cómo empezó todo, ya convertido en un hombre de éxito y millonario, pero sin haber podido escapar del peso de sus decisiones. 


Es el recordatorio de lo que pasa cuando consigues lo que soñabas, pero no de la forma que querías. El gran ejemplo de expectativas vs realidad. 


Y podría decirse que nos ha spoileado toda la trama del Máximo joven, pero no. Sabes como termina, pero lo interesante es saber cómo llega hasta ahí, porque surgen miles de preguntas a lo largo de los episodios. 

Está todo muy bien hilado y mantiene la intriga hasta el final. 


Porque no, en realidad no sabes como termina. El Máximo adulto no está simplemente contando su pasado, también tiene su propio arco. Vamos, que parece que ya se sabe todo y realmente no sabes nada. 


Y eso, es lo original de esta serie a mi parecer. Que no es que sea un misterio infartante, pero a lo tonto te has enganchado sin darte cuenta.





Los personajes: sol, drama y un poco de tequila emocional


Una de las grandes virtudes de Acapulco es su galería de personajes. No hay nadie plano, y casi todos tienen un arco o una sorpresa reservada. Y todos muy distintos entre sí, además de haber una gran evolución en la mayoría. 


Por ejemplo Julia (Camila Pérez), la chica de recepción que llegó a Acapulco desde su Colombia natal en busca de una oportunidad, que le roba la cabeza y el corazón a Máximo en cuanto la ve y que sale con el hijo de la dueña. Pero no la reducen al típico interés romántico. Representa la ambición, las oportunidades que uno deja escapar y los momentos en los que quiere brillar por sí misma. 


Nora (Vanessa Bauche), la madre sacrificada de Máximo, también juega un papel muy importante en su historia, ya que desde que era pequeño y su padre murió, ella ha tenido tres trabajos para sacar adelante a él y a su hermana, Sara (Regina Reynoso), una adolescente rebelde con sus propios conflictos. 

El desarrollo que tienen ambas es increíble. 


Máximo y Julia no siempre trabajaban 


Sara y Nora


Memo (Fernando Carsa), el mejor amigo. Siempre está ahí cuando Máximo se siente perdido y el humor que aporta nunca es gratuito. 


Héctor (Rafael Aranda), el galán de la piscina y nuestro representante español. De esos personajes que al principio no aguantas y al final se gana tu corazón por completo. 


Diane (Jessica Collins), la dueña del resort y antigua actriz de Hollywood, la excéntrica ricachona, que tiene más capas de las que aparenta y su hijo Chad (Chord Overstreet) a quien tiene contratado en un puesto de peso, claro, aunque el chaval no sea ningún cerebrito. Aportan el toque estadounidense de la serie. 


Y el que podría decirse que es el que más influye en la vida de Máximo, Don Pablo (Damián Alcázar), su jefe y mentor, que apuesta por Máximo desde el primer momento ya que le recuerda a él mismo cuando tenía su edad y empezaba también desde lo más bajo. 


Héctor, Chad y Memo. Más de una risa 


Diane adorándose a sí misma



Don Pablo siempre pendiente de Máximo 


Lo que brilla (y lo que no tanto)


Después de cuatro temporadas, Acapulco ha tenido de todo: momentos luminosos, muchas risas, tramas que te atrapan, y algún que otro episodio que se siente como relleno de hotel. Pero el balance general es muy positivo.


Lo mejor:


La ambientación ochentera: música, colores chillones, vestuario exagerado sin pasarse… todo grita “época dorada” sin caer en la parodia.


El tono: mezcla perfecta de comedia ligera, nostalgia y romance. 


La cultura mexicana (y latina en general): Hay referencias por todas partes y sin clichés dolorosos, con respeto y humor genuino. 


Los valores de fondo: la familia, el trabajo, las aspiraciones, las meteduras de pata… Lo de siempre, pero contado con un cariño. 


Y sí, Eugenio Derbez y Enrique Arrizon están estupendos. No hay cinismo, no hay sobreactuación. Se nota que disfrutan.



Lo peor:


A veces estiran conflictos que ni el chicle boomer de los 80 aguantaba.


Algunas tramas secundarias se pierden por el camino o se cierran de forma un poco improvisada. Pasa igual con personajes secundarios que merecían más desarrollo, porque llegan a tener momentos potentes, pero luego se quedan en lo simpático. 


El casting pasado/presente no está muy logrado. Ninguno de los actores jóvenes se parecen a los adultos ni con imaginación, empezando por Máximo. Parece que ni lo intentaron. 




Algunas curiosidades que quizá no sabías


Aunque se desarrolla en Acapulco (no había quedado claro, ¿no?), la mayoría está filmado en Puerto Vallarta y en sets creados para la serie. La idea era capturar la esencia del Acapulco de los años 80, pero claro, evitando el turismo actual y eso era un poco difícil.


Las Colinas tampoco es real, pero se inspiraron en hoteles icónicos de la bahía de Acapulco como Las Brisas y el Princess Mundo Imperial, famosos por recibir a estrellas de Hollywood en los 60s y 70s y para ello se rodó en el Hotel Barceló Puerto Vallarta.


El tono es “feel good” a propósito. Los creadores querían una serie que mostrara el lado cálido, divertido y optimista de México, rompiendo con el estereotipo de violencia o narcos que suele dominar las producciones latinas en Hollywood.


Eugenio Derbez también es productor, junto con Ben Odell y Austin Winsberg (creador de Zoey’s Extraordinary Playlist). Su influencia fue clave para mantener la autenticidad mexicana en los diálogos y cultura.


Es realmente bilingüe. Los guionistas escriben los diálogos pensando en cuándo un personaje cambiaría naturalmente de idioma. No se traduce palabra por palabra: los chistes y expresiones cambian según el idioma para mantener el humor auténtico en ambos lados.


El título de cada episodio es el título de una canción de los 80. 


Y la música juega un papel muy importante. En cada episodio interpretan un éxito de los 80, pero versionado al español y no son elegidas por casualidad, reflejan lo que siente Máximo en ese momento, aunque parezcan sonar solo por nostalgia. 





Mi opinión

Hay series que ves por curiosidad, otras por moda, y luego están las que te atrapan sin darte cuenta y sin que sepas muy bien por qué. Yo empecé Acapulco, porque los años 80 me llaman a gritos, pero no esperaba gran cosa. 


Al principio parece la típica comedia colorida que se olvida al minuto. Y luego… pues resulta que tenía corazón, nostalgia, crítica social, y hasta filosofía barata pero sincera. Y eso, combinado con playas, música ochentera y un reparto encantador, termina haciéndote quedar en Las Colinas mucho más tiempo del previsto.

 

A ver, no es Breaking Bad, pero tampoco busca lo que no es. Parece que hoy solo valoramos lo que tiene giros tremendos o tramas oscuras. Pero a veces también hace falta ver algo ligero entre medias, que te haga conectar con los personajes de una manera u otra y que por unos momentos, te hagan olvidar un mal día. 


La cuarta temporada le da un cierre justo a todos los hilos y responde a todas las preguntas sin estropear lo construido. Es un buen adiós, que deja la sensación de haber pasado por un viaje sincero. Es todo lo que esperaba. 





Y así, una serie sin pretensiones que, sin hacer mucho ruido, ha terminado dejando su pequeña huella.
Si no la has visto, dale una oportunidad. No cambiará tu vida, ni la historia de la televisión, pero te deja de buen humor y eso hoy ya es un mérito. A veces no hace falta más.












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